Aun recuerdo cuando cazabamos renacuajos cerca de la mina de pizarra.
Todavía recuerdo la piedra suelta del puente donde guardaba mis cartas del strip poker.
Recuerdo los malabarismos que tenía que hacer para beber de la fuente.
Aquel rinconcito del colegio donde cuchicheabamos,donde me tiraste de los pelos.
El día que me tiré cuesta abajo con la bicicleta...sin frenos.
La sesión de fotos en su casa,con las cortinas verdes,mi flequillo de beatle y mis nervios.
La subida del colegio cuando se helaba...jugando al rey de la colina.
Lástima que no recuerde más cosas.
Lo mejor de los recuerdos que no recordamos es la idea que nos hacemos de ellos, pareciéndonos la infancia un tiempo mágico. Y los que recordamos, curiosamente, son también mágicos.
A veces viene bien hacer memoria.
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